Sobre el desencuentro político entre Cataluña y España: Carta a una amiga leonesa con residencia en Madrid

Ban-ki-Moon destacó: “Las Naciones Unidas respetan el derecho a la autodeterminación tanto en el caso de Escocia como de Cataluña, procesos que se sitúan en el marco de los derechos humanos y de la dignidad de las personas.

Querida amiga:

Temo que la información y el conocimiento que yo tengo sobre la llamada transición nacional de Cataluña hacia el Estado político propio sea muy discordante con la que circula en los medios de comunicación de Madrid. Por ello te envío esta carta con la finalidad de que puedas contrastar libremente lo que considero que caracteriza el proceso hacia la independencia política de Cataluña con las versiones más comunes en la prensa y televisiones de Madrid. Mi intención no es convencerte sobre la bondad del camino que se ha iniciado en Cataluña desde hace unos quince años, sino expresarte mi parecer atendiendo al respeto que siento hacia tu persona y las inquietudes intelectuales y morales que te caracterizan. No sé cuál será el devenir político de Cataluña y de España. Lo que sí sé es que nada podrá impedir que nuestra amistad prosiga el camino de mutuo afecto y admiración que iniciamos allá por la década de los setenta.

España y Cataluña no son para mí sociedades monolíticas. Ambas tienen pluralidad interna, afortunadamente, y por lo tanto, cuando me refiero a las relaciones entre Cataluña y España, las referencias genéricas a una y a otra no deben entenderse como un todo sino en términos de opiniones, percepciones o posiciones mayoritarias. Ciertamente, hay catalanes a quienes les gusta la España política actual y españoles a quienes no les gusta casi nada de lo que encarna esta España política.

A mi modo de ver, el desencuentro político que vivimos enfrenta a una parte muy numerosa –al parecer mayoritaria– de la población catalana con las instituciones políticas del Estado español. No es un enfrentamiento de los catalanes con los castellanos, los andaluces, los extremeños o los habitantes de Murcia. El nacionalismo catalán de hoy no es étnico ni antiespañol. Es antiinstituciones del Estado español y, por extensión, anti-Madrid capital política.

El desacuerdo que expresamos muchos catalanes es con determinadas decisiones políticas adoptadas por el gobierno central; con leyes aprobadas en el Congreso de los Diputados; con sentencias judiciales del Tribunal Supremo y, sobre todo, con el Tribunal Constitucional. Por ejemplo, no estamos de acuerdo con la sentencia del Tribunal Constitucional número 31, de fecha 28 de junio de 2010, sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña refrendado en votación popular el año 2006. Y no compartimos los criterios de la Ley Wert respecto al catalán, ni consideramos justas las sentencias del Tribunal Supremo respecto a cómo debe enseñarse el castellano y el catalán en las escuelas de Cataluña. Nuestro modelo de inmersión lingüística es fruto de un acuerdo político y social consolidado desde los años ochenta, que ha dado resultados magníficos en términos de integración social y de aprendizaje del castellano y del catalán. La sentencia número 337 del Tribunal Constitucional del año 1994 avaló la adecuación constitucional del sistema de inmersión lingüística y el uso del mecanismo de atención individualizada para satisfacer los derechos concurrentes en materia de lengua. Sin embargo, aprovechando la sentencia del año 2010 sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña, un Tribunal Constitucional de diferente composición al de los años noventa reinterpretó la adecuación constitucional y pasó a entender que el sistema educativo catalán no puede otorgar preferencia al catalán. La falta de definición precisa de lo que puede considerarse como uso vehicular de una lengua, cuando lo son más de una, ha comportado una indefinición que provoca actuaciones judiciales sin fin.

Debo insistir en el hecho de que la defensa de la independencia política no se concreta en Cataluña en términos antiespañoles y sí antiestatales. Las masivas manifestaciones en Barcelona y en toda Cataluña el día 11 de septiembre de los años 2010, 2011, 2012 y 2013, han tenido cabeceras con lemas en términos no antiespañoles sino procatalanes: “Somos una nación. Nosotros decidimos”; “Cataluña, nuevo estado político de Europa”; “Vía catalana hacia la independencia”. El multitudinario concierto en el Camp Nou de junio de 2013 fue un concierto “Para la libertad” y se cantó en catalán y en castellano. Incluso el eslogan “Catalonia is not Spain” expresa más una voluntad de identidad territorial, social, política, deportiva, etc. que un rechazo hacia la cultura española y la identidad nacional de matriz castellana. Cuando, en el minuto 17’14’’ de la primera y la segunda parte de los partidos de fútbol en el campo del Barça, se corea masivamente la palabra “Independencia, independencia”, su significado tiene relación con la libertad y no se formula contra la España cívica, cultural, social o económica. El pasado sábado, día 11 de enero, en el estadio Vicente Calderón, los seguidores del Atlético de Madrid gritaron masivamente: “Puta Barça, puta Cataluña”. Nunca he oído gritar masivamente “Puta España” en ningún campo de fútbol de Cataluña. Y deseo no tener que escuchar nunca ese grito en ningún lugar de Cataluña.

No, el movimiento independentista catalán no es xenófobo, no tiene ninguna relación con el desprecio hacia el otro, hacia el extranjero, hacia lo español. Este independentismo se nutre del catalanismo histórico basado en Cataluña en la voluntad de ser una nación de acogida, de bienvenida. Y nos caracterizamos por ser una tierra de aluvión, pero con fuertes raíces territoriales, lingüísticas y culturales. El expresidente Jordi Pujol lo resumió con una frase: “Es catalán todo aquel que vive y trabaja en Cataluña y desea serlo”. Los únicos votantes xenófobos en Cataluña son los que apoyan al partido Plataforma por Cataluña, que no tiene representación en el Parlamento de Cataluña. A diferencia de la xenófoba Liga Norte en la autodenominada Padania, con centro en la Lombardía italiana, los partidos nacionalistas catalanes defienden que una sociedad es más próspera cuanto más diversa, plural y democrática es. La nación catalana tiene una larga historia precisamente porque siempre hemos defendido que aquí cabe todo el mundo sin distinción de origen, de lengua, de religión, o de cultura. Tú has leído Noticia de Cataluña de Jaume Vicens Vives y puedes entender perfectamente de lo que hablo.

El movimiento independentista catalán basa su fuerza en ser popular y transversal. Como escribe un exdiputado socialista del PSC, José Antonio Donaire, en su artículo en castellano “10 claves sobre Cataluña”, publicado en su página web De bat a bat el día 2 de enero de 2014: “Contrariamente a la visión externa, el proceso ha sido claramente bottom-up. No es un plan urdido en el Palau de la Generalitat, sino un movimiento ciudadano que ha eclosionado después de un estado latente. Una parte muy importante de la sociedad se ha organizado, ha trabajado y ha forzado al Gobierno a dar un paso que no deseaba dar. No es la apuesta de unos partidos, sino de una sociedad”. Donaire no concreta más pero es probable que tenga en mente la tarea de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), una potente agrupación cívica que promueve la independencia de Cataluña, surgida al margen de los partidos políticos, constituida por ciudadanos de todas las edades y condición social agrupados en comités de trabajo y asambleas.

El propio presidente Artur Mas, en una entrevista reciente publicada en el periódico italiano La República, de fecha 27 de diciembre de 2013, decía: “No la quiero yo la independencia, la quieren los ciudadanos. Mire los balcones y las ventanas, mire las banderas que ondean. En la ciudad, en el campo, en el centro y en la periferia, en las casas de los que votan derecha o que votan izquierda. Es un movimiento transversal y colectivo. Dos millones de personas salieron a las carreteras y calles para enlazar sus manos en una cadena humana. No había rabia en esas calles, había esperanza. Era una fiesta. Los catalanes desean ir a votar y nadie puede impedir que lo hagan. Ir a votar es un rasgo definitorio de la democracia”.

Donaire también escribe: “El catalanismo es un proceso transversal. Campesinos, clases medias, “botiguers”, personas en paro, Pérez, Pujol, Martínez, Hassan, radicales antisistema, neoliberales, conservadores, socialdemócratas, democristianos (…). Tal vez ésta sea una de las debilidades más evidentes, porque no es posible articular un proyecto compartido más allá de la proclamación de un nuevo Estado. Pero se ha creado un compromiso tácito de prioridades: primero, el Estado y luego todo lo demás”. Para complementar el argumento de Donaire sólo recordar que el colectivo Súmate, constituido por emigrantes mayoritariamente andaluces de habla castellana residentes en Cataluña, es uno de los más activos en la defensa de un nuevo Estado político catalán.

En el análisis del movimiento hacia la independencia política hay que destacar, además de su carácter pacífico, democrático, popular y transversal, tres connotaciones no menores: primera, el independentismo ha atraído a la inteligencia del país; segunda, el independentismo está utilizando en profundidad las posibilidades de comunicación que permiten las redes sociales; tercera, el independentismo ha motivado una gran ilusión colectiva en muchos catalanes, frente al unionismo fundamentado con frecuencia en el miedo, la debacle y la miseria colectiva.

En las pasadas Navidades los catalanes de todas las edades hemos discutido con pasión acerca de la realidad social y política de Cataluña pues, ciertamente, desde hace unos años la Política, en mayúscula, ha entrado de nuevo en las casas. Pero esto no ha provocado ni división social ni fractura. Cuando el ministro del Interior del gobierno de España, el catalán Jorge Fernández Díez, declara el día 3 de enero que “en esas Navidades en Cataluña muchas familias no han podido reunirse a causa de la fractura social que sufre la sociedad catalana a raíz del independentismo que promueve el presidente Mas”, sus palabras han producido estupor. ¿Cómo es posible que un dirigente político, supuestamente de talante democrático, diga tamañas falsedades sólo para servir a los intereses más mezquinos de su partido político??

El día anterior a las declaraciones del ministro Fernández Díaz, Ester Giménez- Salinas, catedrática de derecho penal y criminología en ESADE-URV y ex rectora de esta Universidad Rovira i Virgili, escribía en el periódico ARA del día 2 de enero, un artículo intitulado: “Galetes per al 2014”, en el que manifestaba: “¿Quién dice que (los catalanes) estamos divididos? ¿A quién le interesa afirmar e insistir en que estamos divididos? La diferencia de opinión nunca ha sido cuestionada, afortunadamente, pues no todos pensamos de la misma manera y todos defendemos la pluralidad como un valor, sin renunciar a las propias ideas. Ésta es precisamente la gran riqueza de nuestro país y es por ello por lo que hemos luchado tanto, para poder opinar desde la diferencia. Es cierto que es un ejercicio difícil y que comporta el riesgo de fracturas, pero incluso el nuevo papa Francisco insiste en decir que no puede haber paz sin diálogo y que el único camino ante las dificultades y los conflictos es una cultura que promueva el acuerdo, el conocimiento del otro y que permita que las personas dialoguen sin pelearse”.

Giménez-Salinas prosigue: “Habrá que preguntarle al ministro Margallo en qué se basa para afirmar que la opinión libre “rompe la convivencia” o que “el separatismo no es una opción democrática”. Por descontado que él es libre de opinar lo que quiera, pero precisamente por este motivo su libertad de expresión no puede restringir la mía”. Y, dicho sea entre paréntesis, en Cataluña causa una cierta sorpresa constatar que el ministro del ejecutivo español que más habla sobre la imposibilidad de la independencia política de Cataluña y las consecuentes desgracias de todo orden –económico, social y político– que conllevaría esa imposible independencia, sea el ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de España .

He recordado las afirmaciones de Ester Giménez-Salinas y de José Antonio Donaire –con quienes no comparto especial afinidad ideológica ni ellos entre sí son coincidentes en planteamientos políticos o ideológicos– para ilustrar cómo reacciona el unionismo ante el fenómeno político que vive Cataluña. Su desmesura, falsedad, despropósito, irracionalidad y agresividad han motivado que personas moderadas y de centro se hayan radicalizado para afrontar esta posición que proviene del gobierno español y de los partidos políticos unionistas.

En Cataluña se dice que ellos fabrican nuevos independentistas cada vez que hablan o escriben sobre nuestra realidad nacional.

En contraste con el predicamento unionista, el independentismo se nutre del esfuerzo que muchos profesores universitarios, economistas, juristas, profesionales liberales, periodistas, empresarios, etc. han aplicado a lo largo de los últimos años al analizar qué ocurre en caso de construcción de un nuevo Estado político. Existen decenas de buenos libros, centenares de artículos competentes y miles de opiniones interesantes y sugerentes respecto a las características, problemas y potenciales soluciones para la construcción de un nuevo Estado político. Yo puedo dar testimonio de lo que ha acontecido con los economistas.

Antes de las pasadas elecciones al Parlamento de Cataluña de fecha 25 de noviembre de 2012, entre el día 14 de octubre y el día 23 de noviembre, en cuarenta días, solamente en el periódico La Vanguardia se publicaron análisis y opiniones de treinta y siete economistas catalanes sobre la cuestión de si una Cataluña independiente sería o no expulsada automáticamente de la Unión Europea. Quince economistas de reconocido prestigio suscribieron, en este mismo periódico de Barcelona, un artículo conjunto de título: “Independencia, Euro y Unión Europea” (Domingo, día 18 de noviembre de 2012). En este artículo argumentaban de forma convincente por qué la independencia política no conlleva quedarse sin el euro como moneda oficial y única y por qué la independencia no supone establecer aranceles ni perder la libertad de movimiento de mercancías, capitales y personas. Entre estos quince economistas algunos se han manifestado públicamente a favor de la opción de la independencia política, otros han dicho con claridad por qué están en contra de la independencia y otros no se han manifestado de manera explícita sobre esta cuestión. Todos ellos, sin embargo, han rehusado creer en la caída a los infiernos que, nos dicen, comportará para la economía catalana, la “salida automática del cielo de la Unión Europea”.

Seis prestigiosos académicos catalanes, la mayoría economistas de renombre internacional, publican sus artículos sobre las consecuencias económicas de la independencia política a través del Colectivo Wilson, que han bautizado así en honor al presidente norteamericano Woodrow Wilson, defensor del derecho de los pueblos a la autodeterminación. (Véase: www.wilson.cat). Y los economistas agrupados en la Asamblea Nacional Catalana trabajan cada día en red y dan numerosas conferencias por toda Cataluña. (Ver: www.economistes.assemblea.cat). Lo que he anotado para los economistas se puede aplicar a muchos otros colectivos y entidades de todo tipo, cívicas, culturales y colegios profesionales. Ver, por ejemplo, los artículos jurídicos publicados por prestigiosos licenciados en derecho agrupados en el Colectivo Praga. (www.collectiupraga.cat).

El catalanismo político popular, transversal, democrático y pacífico ha recibido, pues, un plus de formación, conocimiento y análisis de la realidad efectuado por la inteligencia del país, gracias, sobre todo, a las redes sociales. En la red se han creado conexiones densas, tupidas, que comparten argumentos y críticas. Cuando los ministros o el presidente del gobierno español, los dirigentes del PP o del PSOE u otros que discursean sin fundamento nos anuncian todos los males posibles en caso de independencia política, en la red se multiplican los análisis, las consideraciones, los argumentos y las propuestas. Un ejemplo: cuando el presidente Mariano Rajoy niega el derecho de los catalanes a una consulta o referéndum –a votar sí o no a la independencia– se le recuerda que el secretario general de la ONU Ban-ki-Moon destacó, el día 3 de abril de 2013, en Andorra: “Las Naciones Unidas respetan el derecho a la autodeterminación tanto en el caso de Escocia como de Cataluña, procesos que se sitúan en el marco de los derechos humanos y de la dignidad de las personas”.

He comenzado mi carta señalando la diferencia entre la visión compartida por muchos catalanes en Cataluña y la visión que en Madrid parece ser dominante y que es radicalmente contraria a hacer un esfuerzo analítico para comprender el proceso de transición nacional de Cataluña hacia la independencia política. En Cataluña no hay unanimidad en el análisis de las causas que han motivado el viraje del catalanismo al independentismo y menos unanimidad todavía en lo que hace referencia a la forma de concretar el proceso político. Pero sí hay unanimidad en no caracterizar el nacionalismo catalán de “étnico, victimista y antiespañol”, como hacía recientemente el catedrático de sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Enrique Gil Calvo.

Este intelectual publicó, hace menos de un mes, el día 31 de diciembre de 2013, un artículo en el periódico El País con el título ”El misterioso caso catalán” (como eco del trabajo de la historiadora catalana Rosa Sala Rose sobre “El misterioso caso alemán”) y con un subtítulo muy sugerente para el lector: “¿Cómo es posible que el pueblo más culto y moderno (de la Península) caiga en esa regresión irracional?” En este artículo Gil Calvo escribe: “… hoy la secesión de Cataluña parece una opción bastante más creíble de lo que se suponía hasta ahora (…) lo cual plantea inquietantes enigmas culturales, entre los que destaca la súbita conversión de los catalanes al nacionalismo étnico, victimista y antiespañol”. Y siguiendo con la analogía del caso alemán, dice Gil Calvo: “¿Cómo se entiende que el pueblo más avanzado de Europa inventase el nacionalismo völkisch? Al decir esto no pretendo recurrir a la llamada “banalización del nazismo” pues de ninguna forma cabe pensar que el catalanismo pudiera caer nunca en la criminalidad nazi. Pero sí deseo subrayar la flagrante contradicción que existe entre una sociedad vanguardista que en lo material y lo cultural siempre ha estado a la cabeza de España, como es la catalana, y una ideología política tan regresiva e involucionista como es el nacionalismo völkisch: un caso típico de lo que Jeffrey Herf llamó modernismo reaccionario”.

Pocos intelectuales residentes en Cataluña podrían suscribir este diagnostico de Gil Calvo y menos aún la interpretación de sus causas. Dice este catedrático: “La explicación que me parece más plausible del enigma catalán es la misma que la del misterioso caso alemán: el factor responsable del hecho diferencial catalán es el modelo de familia troncal (también genuino de la comunidad foral vasconavarra) basado en la autoridad paterna y el reparto desigual de la herencia en beneficio del primogénito con exclusión del igualitarismo fraterno”. ¡Pero si la Cataluña actual está conformada por emigración española, latinoamericana y de todos los continentes!?Desde mi punto de vista, a partir de un diagnóstico totalmente erróneo –“un nacionalismo étnico, victimista y antiespañol“– deviene una investigación sobre sus causas muy sofisticada e inútil, porque no permite comprender nada de la realidad que vive hoy el pueblo catalán. He citado el artículo de Gil Calvo como un ejemplo de interpretación de un fenómeno político basado en un diagnóstico totalmente equivocado y en una investigación fallida sobre sus causas y que, sin embargo, en Madrid se puede considerar un análisis plausible.

Llegados a este punto de la carta, si crees que he conseguido perfilar cómo es el movimiento político catalán hacia la independencia –transversal, popular, con participación destacada de la inteligencia del país, alejado de las élites económicas, capaz de propuestas y análisis, no étnico ni antiespañol y sí profundamente pacífico y democrático– y si consideras de provecho proseguir con la lectura, me gustaría poder hablarte de los hechos que a mi modo de ver han influido en la transformación del catalanismo político en independentismo y también en la interpretación de estos hechos, una tarea nada fácil de llevar a cabo. Comienzo, pues, con la síntesis de los hechos políticos que desde una óptica catalana se consideran más relevantes:?• Año 1981, 23 de febrero. Intento de golpe de Estado. Por la tarde del día siguiente, el Rey convoca en la Zarzuela a Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, Santiago Carrillo y Manuel Fraga. Ni el PNV ni CiU son convocados a la reunión. CiU, y más en concreto el presidente Jordi Pujol, había demostrado durante la crisis del golpe su inequívoco apoyo al proceso de transición democrática. Incluso CiU acababa de anunciar su voto a la investidura de Calvo Sotelo sin ninguna contrapartida política o económica.

  • Año 1982. La LOAPA marca los límites del nuevo estado autonómico y la LOFCA (reformulada en 2009) inicia la asfixia de las finanzas de los gobiernos autonómicos, entre ellos el de la Generalitat de Cataluña.
  • Años 1982 a 1990. Numerosas leyes españolas invasoras de las competencias de los gobiernos autonómicos son claros exponentes de la conducta de las mayorías parlamentarias encabezadas por Felipe González en relación al modelo de Estado.
  • Años 1993 a 2000. En los años noventa se intentó modificar esta dinámica de regresión autonómica con la implicación decisiva de CiU en la política española y también del PSC.
  • Año 2000. El presidente José Maria Aznar inicia una vigorosa agenda de recentralización política que sume en el desconcierto al catalanismo político en sus diferentes variantes, hecho que se ha obviado frecuentemente. La consecuencia de ello es que el catalanismo se sitúa a la defensiva en la cuestión de la organización territorial y deja de ser parte activa en la imprescindible transformación del Estado uniformizador y centralista que el presidente Aznar, en cambio, quiere afianzar sin fisuras.
  • Año 2003. Cataluña se sumerge en la elaboración de un nuevo Estatuto de Autonomía de la mano del gobierno tripartito de la Generalitat –PSC, ERC e ICV– con el presidente Pasqual Maragall a la cabeza. El presidente José Luís Rodríguez Zapatero afirma: “Apoyaré la reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña que apruebe el Parlament de Catalunya”. Pronuncia estas palabras en la recta final de la campaña de las elecciones autonómicas catalanas del año 2003.
  • Año 2005, 30 de septiembre. El Parlamento de Cataluña aprueba el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña después de un proceso largo, complejo, difícil y desconcertante. El principal partido en el gobierno catalán, el PSC, llegó a estar muy incómodo con la reforma que el propio presidente Maragall había impulsado con ERC e ICV. Tal fue la dimensión de esta incomodidad que al día siguiente de la aprobación del Estatuto en el Parlamento, el día 30 de septiembre de 2005, José Montilla, en ese momento ministro de Industria en el gobierno español y principal autoridad orgánica del PSC, anunció un bloque de varias enmiendas –creo recordar que fueron sesenta– cuando se tramitase en el Congreso de los Diputados el Estatuto aprobado en el Parlamento de Cataluña.
  • Año 2006. Desde el día 31 de enero el PP lleva a cabo una campaña de recogida de firmas contra el Estatuto. La campaña fue encabezada por el futuro presidente del gobierno, Mariano Rajoy, y una de las peticiones más defendidas en todas las plazas y calles de España (excepto en Cataluña) fue la de: “Écheme aquí una firmita contra Cataluña”. Al finalizar el trámite en el Congreso de los Diputados de una Ley Orgánica fundamental como es un Estatuto de Autonomía, el socialista Alfonso Guerra, presidente de la Comisión Constitucional, presumía de “haberse cepillado el Estatuto”.
  • Año 2007, verano. El día 2 de julio se colapsa el tránsito de aviones en el aeropuerto de El Prat gestionado por la empresa estatal AENA. El día 23 de julio se produce en Barcelona un apagón eléctrico que afecta a más de 300.000 abonados y que dura más de dos días. A su vez, la circulación de trenes –a cargo de ADIF– sufre graves disfunciones y retrasos durante todo el verano. Estos hechos producen un fuerte malestar que se manifiesta en una concentración, multitudinaria para los estándares del momento, el día 1 de diciembre, en Barcelona, con el lema: “Somos una nación y decimos basta. Tenemos derecho a decidir sobre nuestras infraestructuras”.
  • Año 2009, día 26 de noviembre. Doce periódicos editados en Cataluña, en un hecho histórico sin precedentes, publican un editorial conjunto con el título: “Por la dignidad de Cataluña”. Este editorial expresa la preocupación de los doce medios de comunicación respecto al hecho “de la transformación del Tribunal Constitucional en una cuarta Cámara legislativa enfrentada con el Parlamento de Cataluña, las Cortes Generales y la voluntad de los ciudadanos libremente expresada en las urnas”. El editorial, al final de su relato, decía: “Que nadie se confunda ni malinterprete las contradicciones de la Cataluña actual. Que nadie se equivoque de diagnóstico, por muchos que sean los problemas existentes. No estamos ante una sociedad débil, postrada y dispuesta a asistir impasible al deterioro de su dignidad. No deseamos presuponer un desenlace negativo y confiamos en la probidad de los jueces, pero nadie que conozca Cataluña pondrá en duda que el reconocimiento de su identidad, la mejora en el autogobierno, la obtención de una financiación justa y un salto considerable en la gestión de las infraestructuras son y continuarán siendo reclamaciones tenazmente planteadas con un amplísimo soporte político y social. Si es necesario, la solidaridad catalana volverá a articular la legítima respuesta de una sociedad responsable”.
  • Año 2010, día 28 de junio. Demoledora sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña aprobado en referéndum por el pueblo catalán en 2006 y sometido a todos los controles jurídicos en el Congreso de los Diputados. Esta sentencia supuso algo mucho más profundo que una discordancia entre algunos artículos aprobados en el Congreso de los Diputados y los criterios de constitucionalidad del Tribunal. Supuso el final de la tentativa de encaje estatutario de Cataluña en el Estado español. Además, este Tribunal perdió toda credibilidad a los ojos de muchos catalanes. Los políticos españoles, a su vez, toleran que artículos del Estatuto de Autonomía de Cataluña declarados “inconstitucionales” sigan vigentes en su misma literalidad en los Estatutos de Andalucía, Aragón o Baleares. A algunos políticos españoles todavía hoy este hecho les produce jocosidad, que expresan en público sin pudor.
  • Años 2009 a 2011. El día 13 de septiembre de 2009 se inician, en la pequeña población de Arenys de Munt (unos 9.000 habitantes), las Consultas Populares para la Independencia. A lo largo de varias convocatorias entre 2010 y 2011 se formula esta consulta en más de 200 municipios catalanes, entre ellos el de Barcelona. La pregunta fue: “¿Está usted de acuerdo en que Cataluña sea un Estado de derecho independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea?” Las consultas se llevan a cabo sin ningún incidente, de forma absolutamente democrática y festiva, después del intento del gobierno central de prohibirlas apelando a la fiscalía.
  • Año 2011. El día 30 de abril, 1.500 personas constituyen la Conferencia Nacional para el Estado propio. Son el embrión de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), que en marzo de 2013 contaba con unos 27.000 miembros, de los cuales unos 13.600 son socios de pleno derecho a partir de una cuota monetaria y se organizan territorialmente en asambleas y unos 13.400 son colaboradores voluntarios que no pagan cuota. La capacidad de organización de la ANC es indiscutible y su mejor muestra fue la Vía catalana hacia la Independencia que el pasado 11 de septiembre de 2013 unió enlazados a unos dos millones de catalanes por el litoral de Cataluña desde El Pertús (al norte) hasta Alcanar (al sur), más de 400 kilómetros. El pasado domingo día 12 de enero, 3.000 apoderados de la ANC instalaron 700 mesas de recogida de firmas con nombre, apellidos y DNI para la celebración de una consulta sobre si se desea o no la independencia política y, en caso de prohibición del gobierno español para realizar la consulta, autorizar a los parlamentarios catalanes para una declaración unilateral de independencia. En un solo día se recogieron 235.000 firmas.
  • Año 2012, día 20 de septiembre. El presidente Rajoy comunica al presidente Mas que rechaza la propuesta del pacto fiscal en la línea del concierto económico por “inconstitucional” y por “no solidaria en tiempos de crisis”.
  • Años 2010 a 2013. Los días 11 de septiembre de esos años tienen lugar masivas manifestaciones populares, pacíficas, festivas y no convocadas por los partidos políticos, a favor del derecho de los catalanes a decidir su propio futuro político y, también, en defensa de la independencia política de Cataluña. Destacados dirigentes políticos españoles y medios de comunicación de la capital Madrid califican estas manifestaciones de “calenturas de verano”.

Como señala Carles Campuzano –un destacado dirigente político de CDC con muchos años de experiencia en el Congreso de los Diputados, en su artículo “La Transició Nacional”, publicado en el libro del mismo título por la editorial Grup Malhivern, marzo de 2012–, a lo largo de estos años 2010 a 2013, “desde el catalanismo político se constata que, de forma explícita y no encubierta como en las décadas anteriores, tanto las líneas editoriales de El País como las de El Mundo; tanto los directivos del Instituto Empresa como los profesores más destacados de la Universidad Carlos III; también los ejecutivos de la CEOE y los sindicalistas de CCOO o UGT –todos ellos en conjunto aunque no necesariamente de manera armónica– comparten una idea de España basada en los siguientes parámetros: un poder político y económico fuerte en Madrid; una identidad española con el castellano como elemento vertebrador; una unidad de mercado y la uniformización jacobina de los derechos sociales”. Para Campuzano esta voluntad de reforzar la identidad española impone la siguiente visión de los hechos políticos: “Las autonomías forman parte del problema de España y la crisis es una fenomenal excusa para poner “orden” en una realidad que en estos treinta años se ha salido de madre y que ha debilitado el proyecto nacional español”. La consecuencia política de este proyecto español es la derrota irreversible del catalanismo político concebido como una voluntad de transformación del Estado uninacional español. Una parte muy destacada del catalanismo político consolida su viraje hacia el derecho a decidir y el Estado político propio a causa de esta durísima recentralización política.

  • Año 2013: El día 23 de enero, el Parlamento de Cataluña aprueba por amplia mayoría una Declaración de Soberanía y por el Derecho a Decidir del Pueblo de Cataluña. El gobierno central, a las pocas semanas, acuerda someter esta Declaración a dictamen del Tribunal Constitucional.

Se constituye la Asociación de Municipios para la independencia (AMI) que agrupa a 682 municipios catalanes (de un total de 947) y a 36 consejos comarcales (de un total de 41). Se trata de una asociación de cargos electos a favor de la independencia política y cuyos acuerdos se adoptan en los plenarios municipales. No están en la AMI los consejos comarcales más numerosos en población ni la ciudad de Barcelona.

Se establece el Pacto Nacional por el Derecho a Decidir que concreta la posición de las entidades cívicas, ciudadanas, culturales, económicas, sindicales y empresariales más representativas de Cataluña y de una parte del mundo local y algunos grupos parlamentarios. El Pacto se manifiesta a favor de una ineludible consulta legal y democrática para que el pueblo catalán pueda decidir libremente la forma jurídica del Estado político.

Se crea el Consejo Asesor para la Transición Nacional (CATN), órgano de carácter consultivo del gobierno de la Generalitat, constituido por catorce miembros de reconocido prestigio en el mundo académico y de la comunicación social. Lo preside Carles Viver Pi-Sunyer, exvicepresidente del Tribunal Constitucional. Este Consejo ha entregado cinco informes técnicos: La consulta sobre el futuro político de Cataluña; La administración tributaria de Cataluña; Las relaciones de cooperación entre Cataluña y el Estado español; Internacionalización de la consulta y el proceso de autodeterminación de la consulta. Las tecnologías de la información y de la comunicación en la Cataluña independiente.

En el mes de Mayo, el Departamento de Economía de la Generalitat publica el resultado de la balanza fiscal entre Cataluña y el Estado español durante el período 2007-2010. Tanto los cálculos del método del flujo monetario como del coste-beneficio indican aportaciones desde Cataluña al Estado español del orden del 8,5% y del 5,8%, respectivamente, del PIB catalán. Estos porcentajes se mantienen a pesar del nuevo sistema de financiación autonómico acordado en el año 2009.

Es importantísimo subrayar que el déficit fiscal contiene dos parámetros fundamentales: primero, el sistema de financiación del sector público catalán (sobre todo de la Generalitat y, también, de los Ayuntamientos); y, segundo, la inversión directa del gobierno del Estado español en Cataluña. Con una adecuada inversión directa del Estado en Cataluña podría, en teoría, no haber déficit fiscal y al mismo tiempo existir una pésima financiación de la Generalitat y, por lo tanto, de la sanidad, la educación, los servicios sociales y la seguridad en Cataluña. Los catalanes somos parcialmente responsables de haber aceptado un mal sistema de financiación autonómico, basado en una falsa “solidaridad” entre territorios, e impuesto a rajatabla por el gobierno español de turno, sin distinción de colores políticos. Los gobiernos centrales son absolutamente responsables de haber siempre presupuestado e invertido directamente en Cataluña muy por debajo de las necesidades de la economía catalana. Por ello se puede hablar con acierto de un déficit fiscal histórico, injusto e insostenible que padece Cataluña, pero no se puede hablar con propiedad de una “España que nos roba” (“quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno”). Sí, tal vez, se pueda hablar de “expolio fiscal”, no en el sentido de “despojar con violencia” y sí en el sentido de despojar con “iniquidad”; es decir, cometer “injusticia grande”. El equivalente catalán de la expresión castellana “expolio”, la palabra “espoli”, no contiene connotaciones de violencia física. En catalán, el verbo “espoliar”, quiere decir “desposeer a alguien de aquello que le pertenece”.

  • El día 20 de diciembre, el presidente Artur Mas anuncia un acuerdo político entre CDC, UDC, ERC, ICV-EUiA y las CUP acerca de la consulta. Se acuerda preguntar a todos los catalanes, el día 9 de noviembre de 2014: “¿Quiere usted que Cataluña sea un Estado? Y si es así, ¿independiente?”?• Año 2014, día 16 de enero. El Parlamento de Cataluña, con los votos favorables de CiU, ERC, ICV-EUiA, tres diputados del PSC y la abstención de tres diputados de las CUP –casi dos tercios del total de diputados, a favor– aprueban solicitar la aplicación del artículo 150.2 de la Constitución Española, que permite la delegación de competencias a la Generalitat para poder convocar la consulta el día 9 de noviembre.

Efectuada una relación de hechos relevantes, significativos, podemos preguntarnos: ¿Explican estos hechos, por sí mismos, lo que ocurre en Cataluña desde el punto de vista político? ¿Hay que buscar causas más profundas, incluso distintas al impacto negativo que ha provocado en Cataluña la durísima crisis económica que sufrimos? Es decir, más allá de la certeza del mazazo que supuso la sentencia de fecha 28 de junio de 2010 del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía y más allá de la crisis económica, ¿hay otros factores que han influido en el proceso político en que se encuentra Cataluña? ¿Por qué todo ello ha derivado hacia el deseo de construir un Estado político propio y no hacia el proyecto de una España federal, por ejemplo??

Para responder a las preguntas anteriores, algunos analistas indican como decisivas tres razones que a mi modo de ver se expresan sin fundamento empírico. Primera, el adoctrinamiento de los escolares catalanes por el sistema educativo establecido por la Generalitat de Cataluña y el papel que juegan la radio y la televisión pública catalanas, TV3 y Catalunya Radio; segunda, la extensión del nacionalismo cual epidemia que ha trastocado de manera creciente la mente de los catalanes; y tercera, la voluntad de los catalanes de ser diferentes, hecho que les convierte en independentistas.

Para considerar la falta de fundamento de estas opiniones tendré en cuenta los análisis del catedrático Germà Bel efectuados en sus dos últimos libros: España, capital París y Anatomía de un desencuentro. Germà Bel fue diputado en el Congreso de Madrid entre 2000 y 2004 y portavoz de Economía y Hacienda del Grupo Socialista desde 2001 hasta el final de la legislatura. Poco sospechoso, pues, de ser “un independentista catalán”. Además es un prestigioso profesor con investigación y docencia en Estados Unidos y Europa. Su rigor analítico es indiscutible. Y no es anecdótico que uno de los libros que comentaré, Anatomía de un desencuentro, lleve por subtítulo La Cataluña que es y la España que no pudo ser.

Como sabes, se ha señalado a la radio y a la televisión pública catalanas y a la formación que reciben los alumnos en la escuela como a unos de los principales agentes de la conversión del catalanismo hacia el independentismo. Para considerar esta cuestión puede ser de utilidad retomar el artículo del exdiputado socialista José Antonio Donaire, ya citado: “La televisión y la escuela sí han participado en este proceso. Ambas están alineadas desde hace tiempo en esta dirección. Como todas las escuelas y todas las televisiones del mundo tienen un relato. Todas las televisiones optan por una determinada visión ideológica y todas las escuelas deciden unas opciones y por lo tanto renuncian a otras. En algunas ocasiones me ha molestado un determinado discurso en un programa de radio pública o podría poner alguna enmienda a un texto puntual de un libro escolar de historia. Pero son notas a pie de página. Es absurdo considerar que hemos llegado a este punto porque ha habido un lavado de cerebro colectivo. Y no sólo porque la cuota de pantalla de TV3 no llega al 20%. Si esta hipótesis fuese cierta, los 40 años de manipulación fascista habrían borrado cualquier rastro de catalanidad”.

En relación al “adoctrinamiento” de los alumnos catalanes, Germà Bel escribe: “De acuerdo con las encuestas de opinión de las que disponemos, las opiniones favorables a la independencia de Cataluña son hegemónicas en todos los segmentos de edad de Cataluña. Además, tanto el aumento de la preferencia constitucional por un Estado independiente como el aumento de la intención de voto a favor de la independencia en los últimos años han sido más intensos en los grupos de mayor edad que entre los más jóvenes. Esto contradice la hipótesis de que el apogeo del independentismo es consecuencia de un hipotético adoctrinamiento realizado por el sistema educativo catalán bajo gestión autonómica” (página 52 de Anatomía de un desencuentro).

En relación al segundo argumento, el del “nefasto nacionalismo catalán”, Germà Bel escribe: “En Cataluña, como en cualquier parte, hay nacionalistas. Y, sin duda, existe un grado importante de asociación entre el sentimiento de pertenencia a Cataluña, la identidad nacional catalana y el apoyo a la independencia. Exactamente de la misma forma que la identidad nacional española es un factor determinante de las posiciones contrarias a la independencia de Cataluña. Aún más: la influencia del factor de la identidad en la oposición a la independencia es relativamente más importante que en el caso de apoyo a la misma. Sólo desde una posición consustancial al nacionalismo banal –en el sentido de “implícito”, “común”, “corriente”; aclaración añadida por mí– puede explicarse el auge del independentismo como una deriva nacionalista, cual epidemia que asola Cataluña. De hecho, el grado de adhesión a esta tesis es tanto mayor cuanto más fuerte es el grado de nacionalismo español de quien emite el dicterio. Y, adicionalmente, la historia nos muestra que en materia de nacionalismos cada cual tiene su propio currículo en materia de práctica democrática o de imposición por la fuerza. Queda a juicio del lector establecer las comparaciones que sean procedentes” (páginas 52 y 53).

Yo, como lector, debo indicarte que no tengo dudas sobre cuál de los dos nacionalismos es menos democrático y más agresivo. Cuando Gregorio Peces Barba, ya fallecido, “padre de la Constitución española” dice: “No soy pesimista. Estaremos en mejores condiciones que en otras épocas. No sé cuántas veces hubo que bombardear Barcelona (…). Creo que esta vez se resolverá sin la necesidad de bombardear Barcelona” (declaraciones del día 27 de octubre de 2011); o cuando el ministro Wert confirma, el día 10 de octubre de 2013: “Sí, nuestro interés es españolizar a los alumnos catalanes. Y queremos conseguir que se sientan tan orgullosos de ser españoles como de ser catalanes”; yo, querida amiga, no tengo ninguna duda sobre cuál es el nacionalismo agresivo y antidemocrático.

Respecto a la tercera interpretación, que yo creo también fallida como elemento explicativo del proceso político catalán –me refiero a “la voluntad de los catalanes de ser diferentes”–, también podemos retomar las conclusiones del libro de Germà Bel: “Según los estudios de percepciones y actitudes que se han realizado en España en las últimas décadas, la mayoría de los catalanes se perciben como un grupo nacional propio. A su vez, la mayoría de los españoles perciben a los catalanes como un grupo nacional de tipo diferente, más diferente incluso de lo que se percibe a los europeos, en sentido genérico del término. Los estudios definen con claridad la relación entre catalanes y españoles como eminentemente instrumental, pero emocional y anímicamente tóxica (…). Es decir, se vive por la mayoría de españoles como una mera asociación de conveniencia material. Como es lógico, claro está, su interés puede apreciarse de forma diferente por unos y otros” (páginas 229 y 230).

El análisis de Germà Bel, que yo comparto, es que “la percepción práctica de la existencia de diferentes grupos nacionales en España nunca se ha traducido en un reconocimiento explícito de esa realidad en la organización constitucional e institucional del Estado. Tal reconocimiento de la realidad es imposible, porque exigiría la transformación del concepto francés de “nación” que ha guiado el proceso de construcción nacional en España. Por eso no ha cambiado ni cambiará la vocación de España como Estado uninacional, que tiene un respaldo masivo entre las élites políticas, funcionariales y económicas españolas y un respaldo muy mayoritario entre la población. Pero la mayoría de catalanes han rechazado y rechazan su disolución dentro de un Estado uninacional. Ésta es la contradicción básica que está en la base del desencuentro” (página 230).

Querida amiga, el párrafo anterior nos introduce en la respuesta a la pregunta central: ¿Por qué ha aumentado tanto y tan rápidamente en Cataluña el apoyo a la soberanía política? Intentaré responder a ello subrayando un aspecto que yo considero prominente respecto a otros posibles factores explicativos como son la crisis económica, el déficit fiscal, la negativa rotunda del gobierno central a considerar la propuesta de pacto fiscal en la línea del concierto económico e incluso la nefasta Sentencia del Tribunal Constitucional de 2010.

Como digo, no obstante la indiscutible virtud explicativa de los factores antes mencionados, creo que el factor principal que ha potenciado en muchos catalanes el deseo de tener un Estado político propio ha sido la frustración de las expectativas y esperanzas puestas en la transformación del Estado español. Para muchos de nosotros esta expectativa fallida se ha convertido en un desencuentro político irreversible, en algo que pudo ser y que ya no será. Ese algo que pudo ser hace referencia, en palabras de Germà Bel, “a un Estado español en el que todas las lenguas y culturas fuesen tratadas en pie de igualdad, sin hegemonía forzada, obligada, de la lengua mayoritaria, el castellano; un Estado donde las políticas públicas en los ámbitos fiscales, de infraestructuras y gestión de la economía no se aplicasen con diferentes reglas de equidad dentro del mismo Estado, vulnerándose así normas básicas de justicia; un Estado plurinacional y pluricultural como lugar de encuentro político no dominado por los recelos mutuos, la desconfianza y, en consecuencia, la permanente defensa y ataque del uno contra el otro”.

Para muchos catalanes esta experiencia del desencuentro político profundo ha constituido un fracaso y entonces, ante la imposibilidad de reforma del Estado español, las alternativas disponibles se han reducido solamente a dos: o la asimilación de Cataluña como un espacio cultural y político residual dentro de un Estado español uninacional y con una capital Madrid obsesionada en anclar a todo el país en ella; o bien iniciar el camino hacia el Estado político propio. La constatación de la imposibilidad de modificar la recentralización política y la instalación de un modelo de Estado uninacional e incluso anticatalán ha comportado la desconfianza mutua y el desencuentro profundo. Y como bien sabes, la confianza es un elemento imprescindible para el funcionamiento adecuado de las instituciones, familias y personas entre ellas.

Respecto al impacto vital de este desencuentro político en las persones residentes en Cataluña, te ruego me permitas poner dos ejemplos de lo que piensan y sienten dos personalidades muy distintas entre sí: el expresidente Jordi Pujol y el Dr. Santiago Díaz de Quijano, y de Arana, García-Briz, y Milá, catedrático de psicología social (trabajo y organizaciones), profesor emérito de la Universidad de Barcelona, un hombre con antecedentes familiares en el País Vasco, Navarra, Castilla y Cataluña.

Escribe Santiago Díaz de Quijano en su libro autopublicado en abril de 2013 y escrito en castellano con el título: Independencia. Reflexiones y emociones, en flash, de un catalán con raíces españolas: “Durante muchos años yo me he sentido “español”, luego “español y catalán”, luego “catalán y español”, y desde hace un tiempo ya no me siento español, sino catalán. El cambio además ha sido progresivo y casi imperceptible (…). ¿Qué había pasado en mí –un ciudadano español, de lengua materna castellana, con abuelos provenientes de toda España– para que hubiera experimentado un cambio tan importante de identidad nacional? (…). Cuando reflexiono sobre ello, me doy cuenta de que, poco a poco, he ido cambiando mi sentimiento de identidad nacional bajo la acción continuada, no precisamente del nacionalismo catalán, sino del nacionalismo español. Lo que me ha transformado ha sido lo que he vivido por parte del nacionalismo español. Digo lo que he “vivido” –lo que hemos vivido muchos catalanes–, porque no pretendo establecer o valorar aquí si es justo o injusto lo que digo, si mi percepción es objetiva o tergiversada subjetivamente, si tengo –tenemos– razón o no, o de quién es la culpa, etc. etc. Lo importante es que el resultado de todas las actuaciones de unos y otros nos ha llevado a muchos catalanes a estas percepciones y sentimientos” (páginas 29 a 31).

Y prosigue Santiago Díaz de Quijano: “¿Qué he recibido de España que me ha hecho ir cambiando mi sentimiento de identidad nacional? En mi percepción: su desprecio, sus insultos, su mirada tergiversada y falsa sobre nosotros, el sentimiento mezclado de deseo y de odio, manifestado en la exigencia y la imposición de que debemos seguir “unidos” a ella (¿sometidos?), pero acompañada de la invitación a que nos vayamos y dejemos en paz a los españoles (y entonces ya veremos lo pobres que somos, y lo incapaces de salir adelante sin España).Veo que muchos españoles creen que les robamos su riqueza y su dinero, cuando los catalanes pensamos que el déficit fiscal que padecemos desde décadas nos ha ido empobreciendo y ahogando económicamente. (Luego me detendré en este tema aportando datos y reflexiones)” (página 31).

“Siento que los españoles –muchos españoles, para ser más justo– junto a los sentimientos y actitudes de rechazo y crítica que comento, también muchas veces nos miran con una mezcla de admiración y de envidia. Y la envidia es un sentimiento muy destructivo. Y –sea cual sea, la que los españoles consideren la España real– esta España que describo se muestra con Cataluña de forma muy destructiva. Llega con frecuencia a nosotros, los catalanes, a través de afirmaciones, declaraciones, artículos de prensa, e incluso de pp’s enviados a través de correos electrónicos, algunos de los cuales son auténticamente susceptibles de ser usados como prueba de acusación ante los tribunales –si supiéramos quiénes son sus autores– por la invitación que se hace en ellos, no precisamente a boicotear el cava catalán u otros productos catalanes –que también en muchos de ellos se hace– sino por su invitación a “exterminar” al pueblo catalán” (página 32).

“Todas estas percepciones han cambiado mi sentimiento de identidad nacional como la gota de agua que, día a día, poco a poco, orada la piedra. Han hecho morir mi sentimiento de identidad española. Yo no me puedo sentir orgulloso de una España que ha actuado y actúa así” (páginas 32 y 33).

“Pero subrayo que hoy, yo “me siento catalán” y “no me siento español”, lo que es muy distinto de sentirme “anti-español”. Yo no me siento “anti-español”. Insisto: me siento “catalán”. Se trata de lo que, en su día, expresó nuestro Presidente Montilla –también él venido a Cataluña desde otras tierras de España– en sus diálogos con el Gobierno de España, cuando prevenía y avisaba de la “desafección” progresiva que se estaba generando entre los catalanes respecto a España, por la manera de hacer y de tratarnos de los españoles. Me extenderé algo más sobre este punto a continuación en la reflexión sobre el tópico siguiente: “el nacionalismo catalán excluyente” (página 33).

Hablemos ahora de la evolución del pensamiento político del presidente Jordi Pujol. Como bien sabes, el presidente Pujol tiene una trayectoria política indiscutible como máximo valedor del proyecto de una España plurinacional y pluricultural capaz de respetar a Cataluña. Además, la personalidad de Jordi Pujol tiene la enorme ventaja de haber expresado su pensamiento por escrito en artículos y libros, lo que permite un continuo contraste de pareceres y de opinión. Dar conferencias, escribir artículos, publicar libros es una tarea que el presidente Pujol sigue haciendo en la actualidad de manera brillante y con notable éxito. Lo podemos constatar en sus dos últimos libros publicados el año pasado: El caminant davant el congost (El caminante ante el desfiladero) y Notícia del present. Articles a Premsa. 1947-2013 (Noticia del Presente. Artículos publicados en la Prensa. Selección del período 1947-2013). En estos dos libros encontramos una explicación documentada y plausible de por qué ha disminuido notablemente en Cataluña la satisfacción con el grado de autonomía política y por qué el desencuentro político es tan profundo y, probablemente, irreversible.

En su libro El caminant davant el congost (El caminante ante el desfiladero), hay seis artículos en castellano y tres en catalán y lleva por subtítulo Cuando todo es difícil. Y necesario. Los títulos de los artículos en castellano hablan por sí solos: “Los desequilibrios territoriales en España” (conferencia pronunciada en el Club Siglo XXI de Madrid, el día 27 de abril de 1978, cuando era diputado en el Congreso); “Palabras del presidente de la Generalitat de Cataluña en Castilla y León” (fruto del primer viaje institucional del presidente Pujol y que recuerda los discursos pronunciados en Burgos, Valladolid, Villar de los Comuneros, León, Astorga y Salamanca, entre el 26 y el 29 de noviembre de 1981. La visita se planteó con el objetivo de explicar el concepto que Jordi Pujol tenía del Estado español y para reiterar el compromiso con la nueva etapa de la historia de España); “Catalanes en España, palabras del presidente de la Generalitat de Cataluña en Madrid” (Noviembre de 1981); “Ante un nuevo ciclo histórico“ (conferencia en Club Siglo XXI, en Madrid, el día 1 de julio de 1996); “Desde la Constitución hasta hoy” (conferencia en la sede del Colegio de Abogados de Madrid, el día 17 de septiembre de 2001). Los artículos escritos en catalán también son significativos en su mero título, que traduzco al castellano: “Residuales o independientes: cuando se rompen los puentes”; “Reflexión en el cruce de un camino: 1714-2014”; “Habéis perdido y no os necesitamos”; “Aquello que con toda seguridad es imposible”.

¿Qué ha ocurrido en la España política en relación con Cataluña, en los últimos treinta años, según estos dos últimos libros del presidente Jordi Pujol? Si leemos atentamente los artículos publicados en la prensa desde 1980, si analizamos sus conferencias y ponderamos sus discursos, podemos constatar que el catalanismo político concretado en un proyecto de modernización de Cataluña ha constituido un éxito notorio ya que ha aportado sentimiento de pertenencia a un país, modernidad cultural, progreso económico y europeísmo. Sin embargo, el catalanismo político no ha conseguido cuajar su esfuerzo en transformar el Estado español en un estado capaz de respetar con claridad y rotundidad el llamado “hecho diferencial catalán”.

Según el presidente Jordi Pujol, este fracaso se hace evidente en dos ámbitos políticos fundamentales: El ordenamiento jurídico constitucional destruido de raíz por la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 contra el Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006; y, también, en las relaciones fiscales y económicas entre España y Cataluña.

Para el presidente Jordi Pujol, como para millones de catalanes, los gobiernos centrales del Estado, tanto del PP como del PSOE, han consolidado, bajo la falsa “solidaridad entre territorios”, un modelo fiscal que es insostenible para la economía catalana. Este modelo pone en riesgo el estado de bienestar construido con mucho esfuerzo y ahoga la prosperidad económica. Además, y ello es fundamental, esos gobiernos han practicado el expolio fiscal con pleno conocimiento de causa y con la máxima indiferencia.

En el terreno todavía más fundamental de la lengua y la cultura de Cataluña ha habido hostilidad del gobierno español y de las instituciones políticas y a veces de instituciones no políticas y personalidades españolas. En el artículo del presidente Jordi Pujol de título “Habéis fracasado y no os necesitamos” se hace referencia a una conversación entre personas no catalanas de muy alto nivel político y económico y dos personalidades catalanas también representativas y de ningún modo radicales, si bien críticos con el trato que recibe Cataluña del gobierno del Estado español. Dijeron los contertulios españoles: “Habéis perdido la guerra”; “No os necesitamos, porque en cualquier caso, y aunque haya tensión, seguiréis contribuyendo al PIB español con un 20% y además con déficit fiscal”; y también: “Y en cualquier caso, en momentos de crisis grave económica y social, si necesitamos vuestro apoyo político y parlamentario, también nos lo daréis porque el derrumbe también os perjudicaría”. Y, para remachar el clavo, la conversación terminó así: “Además, todo esto no tiene importancia porque la emigración se os va a comer. Dentro de dos generaciones, todo esto de la lengua y la autonomía se habrá acabado” (El caminant davant del congost, página 296).

Como dice el presidente Jordi Pujol en la misma página de su libro: “Ello no es una actitud excepcional. Ni es reciente. Ha sido evidente, desde hace años, para todo aquel que no ha querido engañarse. Como mínimo desde que el espíritu de la Transición democrática se fue desvaneciendo y reapareció –en la derecha y en la izquierda– el proyecto centralista y homogeneizador de España”. Y, en todo caso, el dramatismo de la situación se hace patente cuando “se rompen los puentes del diálogo”, expresión del presidente Pujol que él mismo relaciona con un poema de Salvador Espriu publicado en 1960 y referido a Sepharad (España-Península Ibérica):?

“Haz que sean seguros los puentes del diálogo/ Fes que siguin segurs els ponts del diàleg
Y mira de comprender y amar / i mira de comprendre i estimar
Las razones y las lenguas diversas de tus hijos/ les raons i les parles diverses dels teus fills.”
La piel de toro / La pell de brau (XLVI, v, 6-8)

De acuerdo con el diagnóstico del presidente Jordi Pujol, el dramatismo de la situación plantea a la sociedad catalana la necesidad ineludible de responder a la siguiente pregunta: ¿Podrá Cataluña continuar siendo un país digno, económicamente líder, cohesionado socialmente y con capacidad de integración, con una clara identidad en lengua y cultura, en su forma actual de encaje político dentro del marco del Estado español? O lo que es lo mismo, si el Estado español continúa políticamente rebajando o anulando competencias al Parlamento y a la Generalitat de Cataluña; si prosigue poniendo trabas a la lengua catalana en la educación; si entorpece el crecimiento económico con infraestructuras diseñadas desde “Madrid kilómetro cero”; si promueve el déficit fiscal y la asfixia financiera que afecta duramente a nuestro Estado del bienestar; si todo ello prosigue y se consolida, ¿podrá Cataluña ser un país viable?, ¿podrá continuar como una nación a la cabeza de España y de Europa?

Estas preguntas del presidente Jordi Pujol se las han planteado a su vez millones de catalanes y, para ellos como para mí, el Estado español nos ha cerrado el camino del progreso y de la identidad nacional de forma rigurosa y, al parecer, irreversible. Ante el dilema: resignación a ser residuales en el marco político del Estado español o bien iniciar un nuevo camino de forma absolutamente pacífica y democrática, hemos optado por este último.

¿Por qué esta opción radical? Como decía el economista y pensador Albert O. Hirschman, cuando en las organizaciones humanas no hay lugar para la voz se tiende a buscar una salida y no a permanecer en la resignación. (Este autor es citado por Germà Bel en Anatomía de un desencuentro). Tal vez ello pueda parecer a muchos españoles una urgencia no fundamentada pero, querida amiga, cuando tantos millones de catalanes de todas las edades, condiciones sociales diversas, con visiones dispares de lo que es una sociedad digna, analizamos así el desencuentro político que vivimos es porque, créeme, la España política dominante nos ha arrinconado sin dejarnos alternativa. Y nos resistimos a convertirnos en residuales tanto en Europa como en el mundo globalizado.

Como dice Germà Bel: “Reconozcamos que todos (o la gran mayoría) lo hemos intentado. La España de la Transición intentó cambiar sus estructuras de poder e institucionales para dar una respuesta a su pluralidad real, pero había demasiadas restricciones de entorno y la pretensión de mantener el control centralizado y la jerarquía del poder en España fue irresistible. Los proyectos catalanes de intervención en la política estatal, a veces puestos en práctica de forma no muy ejemplar, fueron agotándose paulatinamente, pasada la “edad dorada” de la restauración de la democracia y de la incorporación al espacio social, económico y cultural europeo. La recentralización activada abiertamente a partir de la segunda mitad de la década de 1990 aceleró el proceso” (página 231).

“Muchos catalanes habían depositado la confianza en el proyecto federal de reforma de España. Ciertamente, el federalismo es un término que puede entenderse de diferentes formas, pero esto ya ha dejado de tener importancia. En lo sustancial, se trataba de convertir un Estado de matriz castellana y vocación uninacional en un Estado plurinacional, la España plural. También ya da bastante igual que la expresión “España plural” –que tuvo un momento álgido de corrección política– haya adquirido un significado distinto cada vez que se esboza el concepto (...). Esa era, seguramente, la única fórmula capaz de crear una nueva historia de encuentros satisfactorios, un nuevo registro de confianzas recíprocas que permitiese mejorar el funcionamiento de la organización estatal y diseñar proyectos compartidos” (página 231 de Anatomía de un desencuentro).

En el momento de finalizar esta larga carta me asoma la preocupación de si te preguntas: esta evolución del catalanismo político hacia la independencia, ¿es coyuntural o bien es permanente, es estructural y ha venido para quedarse?

No tengo una respuesta clara a esta pregunta y sólo puedo formular dos anotaciones. La primera es que, al parecer, a diferencia de los trescientos años trascurridos desde 1714, muchos catalanes ponemos ahora el acento en la utilidad de disponer de un Estado propio como un elemento imprescindible para el progreso económico, social y de afirmación cultural. Ahora no se trata sólo de sacarse de encima un Estado español hostil o cuanto menos no favorable a los intereses de Cataluña; es decir, salir de la jaula de la autoproclamada “lealtad constitucional” que nos hunde en la miseria económica y en la regresión de la lengua y la cultura. Se trata de superar la anomalía de una nación sin Estado. Se trata de tener un Estado catalán que en el nuevo marco político europeo e internacional pueda echar a andar por su cuenta en el seno de una economía global que supera la dimensión del mercado español; donde exista libertad de movimiento de mercancías y servicios, de tránsito de personas y de capitales, lo cual haga posible que la sociedad catalana pueda ser realmente competitiva, si hace bien las cosas; un Estado catalán encuadrado institucionalmente en el Espacio Económico Europeo (no solo en la Unión Europea); con los mecanismos de seguridad territorial y jurídica ofrecidos por los organismos internacionales; un Estado que aporte evidentes ventajas a la defensa de la lengua catalana y a la expansión universal de nuestra cultura.

Este aspecto que te señalo, el hecho que para muchos catalanes tener un Estado político propio pueda significar dejar de nadar a contracorriente y comenzar a vislumbrar qué puede ocurrir cuando se nada a favor de la corriente; la constatación de que la independencia política pueda convertirnos en un país normal con nuevos mecanismos de exigencia y responsabilidad, sin excusas, con oportunidades y fracasos, con derechos y deberes de verdad; ello, como digo, es el factor que yo destacaría como más relevante en los cambios experimentados en la sociedad catalana en los últimos quince años.

Una segunda anotación: Me inclino a pensar que muchos catalanes y muchos españoles percibimos la relación política Cataluña-España (hablo solamente de la relación política institucional) como algo agotador, que nos frustra y, en el fondo, como algo imposible. Desde hace más de una década no encontramos tiempo y energía para proyectos mutuos positivos que ayuden a ambas sociedades a plantear respuestas conjuntas a los enormes retos que plantea el siglo XXI. Si ello es así deberíamos reconocer la imposibilidad política definitiva de resolver juntos la reforma del Estado español.

Creo firmemente que desde una Cataluña con Estado político propio, independiente del Estado español, las relaciones políticas, económicas y sobre todo culturales entre el pueblo catalán y los demás pueblos de España sería de mayor intensidad y de mejor calidad que la que hemos tenido a lo largo de siglos de Historia y, en particular, en los últimos quince años.

Con consideración y afecto me despido de ti hasta nuestro próximo encuentro. Me gustará saber tu opinión sobre el contenido de esta carta. No deseo bajo ningún concepto haber, tal vez, laminado tu loable voluntad de construir un espacio institucional que permita una Cataluña dentro de España, una Cataluña que, como tú lo expresas, sea de verdad respetada en su historia, valorada por su cultura y tratada con justicia en los ámbitos social, económico y político. Pero desde la España política dominante en los últimos quince años sólo nos llega negatividad y cerrazón y no atisbo ninguna propuesta política seria, de verdad, desde la derecha o desde la izquierda o con ambas, para cambiar de opinión. Sin permitirnos a los catalanes votar libremente en referéndum sobre cómo deseamos construir nuestro futuro político, no habrá solución posible a un conflicto que es eminentemente político, ni económico, ni social ni cultural.

Un beso. Miquel Rubirola